Los códigos de Diptyque

A este nombre de por sí tan evocador se añade el óvalo, símbolo de arte y de historia en la encrucijada de numerosas influencias: de los cartuchos faraónicos del antiguo Egipto a las elipses de la arquitectura barroca, pasando por los medallones del siglo XVIII. Un marco sensible para la libertad creativa que desde el principio unió a los integrantes del trío fundador, que convirtieron este óvalo en un emblema aplicable como sello natural de Diptyque a las velas, los perfumes, los estuches y los objetos de uso diario. Esta singular forma oblonga, que sugiere a un tiempo rigor y suavidad, es la promesa de todas las posibilidades abiertas. Su trazo seguro invita a observar entre líneas para percibir las letras danzarinas con arrestos de caligrama. El óvalo es la puerta de entrada a un mundo sensorial, de influencias y evocaciones.

Fuente viva de inspiración para Diptyque, los caligramas conforman un ballet silencioso en que las letras se animan y se desplazan con gracia y ligereza en las etiquetas de las velas. El alfabeto de Diptyque, con sus caracteres versionados a voluntad, invita al espectador a observar, más aún, a contemplar serenamente. Con cada mirada el motivo ofrece una nueva interpretación. A veces, las composiciones de las letras entrelazadas se inspiran en la propia fragancia, creando un lúdico ejercicio visual. El Ciprés y el sándalo se estilizan en una silueta arbórea, mientras que la Gardenia y las Rosas abren delicadamente sus pétalos. En un ingenioso juego de palabras, las letras que forman Coing” (Membrillo) se despliegan en ángulo recto formando una esquina (“coin”). Estos enigmas a descifrar evocan un eco del pasado de Desmond Knox-Leet en Bletchley Park, donde este fundador participara en la descodificación de mensajes secretos durante la Segunda Guerra Mundial. Esta tipografía poética despierta la fantasía y estimula la imaginación, revelando el poder evocador de las palabras y las formas. De esta manera, el nombre se transforma en dibujo, en el idioma universal de los sentidos.

En el imaginario de Diptyque, el negro es profundo y potente. Es el color de la tinta de las letras danzarinas y los dibujos que, por la gracia de su gesto, otorga al lanco su razón de ser: símbolo de rigor y origen de contrastes. Y luego está el blanco; el de la tela que acoge al artista y revela su talento. El negro y el blanco se enzarzan en un juego de volúmenes y vacíos, para pensar más cabalmente el espacio, como en un díptico. En el imaginario de Diptyque, el color ocupa su lugar, vivaz y luminoso. El que inspirara los primeros tejidos de la Casa. El que parece emanar de las pinturas y cerámicas antiguas, de los pigmentos naturales enraizados en la tierra. Con todos estos colores Desmond Knox-Leet pinta acuarelas; Christiane Montadre-Gautrot compone collares de perlas y aliceres. En Diptyque, el color se encarna también a través de los matices de los papeles de seda, como una oda a la alegría, homenaje al arte de regalar y recibir. Con cada fragancia, un conjunto de tres colores. Una alegre envoltura de fantasía, como un velo tornasolado que disimula un universo en blanco y negro.